El bullying no se da sólo en la infancia
Acerca de la presión y el acoso social
Pero he cantinfleado mucho, y el lector no entenderá de qué rayos estoy hablando. Para quien me conoce en persona (y virtualmente), sabrá que soy un ente preferentemente solitario, que le gusta guardar su tiempo libre para sí, y que en verdad tiene pocos amigos. No ando en la búsqueda de nuevas amistades ni mucho menos de conocer gente nueva: me gusta poder dedicarme de a una persona por vez, a la cual me agrada agasajar, en la medida de lo posible.
No obstante, en la sociedad, eso no basta. Para poder estar en paz con el medio, debemos agasajar no sólo a los seres queridos, sino a los sólo conocidos, e incluso a quienes ni siquiera conocemos, pero a quienes por ser amigos o parientes de un conocido, estamos obligados a hacerlo. Hablo, claro, de estos ritos que se han asentado tan descaradamente en nuestra siempre insustancial y vergonzosamente influenciable sociedad chilena: todo comenzó con el pino de Navidad, luego el conejo de Pascua, y hoy por hoy, las fiestas de Halloween, baby showers y listas de novios.
Durante mi infancia el pino de Navidad y los huevos de chocolate tuvieron gran efecto en mi mente soñadora, pero nunca perdí el sentido de que eran tradiciones ajenas a mi cultura, y llegó incluso un momento, cuando pasé la adolescencia, que me rehusaba a armar el pino en pro del pesebre del nacimiento. Por supuesto, estas cosas para mí quedaron en el pasado, ya que tras estudiar todo el tema católico, hace rato que ya no profeso dicha religión, y he preferido retomar la magia que me provocaba cuando niña el pino iluminado con colores y su original significado, el cambio de estación.
Y luego, puedo aguantar que todavía se celebre la búsqueda de huevos de chocolate dejados por un conejo raro en los mismos días en que se conmemora la muerte del maestro Jesús, porque la verdad no me afecta personalmente, y lo mismo con la fiesta de Halloween, ya que tampoco me afecta (cuando se llega esa noche, simplemente nos encerramos con llave para que nadie nos moleste).
Pero lo que sí me ha molestado han sido las últimas inclusiones extranjeras en nuestra cultura local: la obligación de proveer a los otros de las cosas que debieran adquirir por su propia cuenta, o a lo mucho, por cuenta de sus familiares y amigos cercanos. En verdad odio esto. Mi hermana muy sabiamente me dijo acerca de este mismo concepto: "nosotros, los solteros y sin hijos, somos la Casta de los Proveedores: los que deben costearle la vida a los que se casan o tienen hijos". Esto es casi lo mismo que dijo un día Carrie Bradshaw en Sex and The City en cierto capítulo donde le tocaba lidiar con el baby shower de una disque amiga.
Y es que es tan evidente como un elefante rosado en la sala de nuestra casa: ¿por qué miércales tenemos que pagarles las cosas a los desconocidos? ¿hasta dónde llega su descaro? Si con suerte me regalo cosas a mí misma, ¿por qué tengo que gastar mi sueldo en ellos? Y lo que es peor: ¿qué guerra han librado y ganado que se han auto otorgado el derecho de exigir al resto que les regalen cosas? Y el reclamo no va sólo por tener que hacerles un regalito de 2 lucas a fulanito en el mes, sino porque son cuatro o más ocasiones en ese mes, y que no pueden bajar de los 5 mil pesos cada una (¡arribistas de mier--!). Una querida amiga mía me dijo el otro día, que se le fue 5% de su sueldo del mes en puras cuotas para cumpleaños y regalos para desconocidos. Quizás para una persona que gana un millón de pesos, ese 5% es un pelo de la cola, pero para quienes ganamos menos, es el pan de la semana.
Yo sé que la gente es desprendida (aunque la verdad, eso tampoco lo creo: estoy segura que es para puro aparentar que no son pobres, seanlo o no, el clásico arribista chileno que no tiene dónde caerse muerto pero tiene una casa gigante con tv digital y asados todos los fines de semana), pero yo soy demasiado sincera y odio tener que hacer cosas a la fuerza, o que dispongan de mi dinero y mi tiempo como si yo no tuviera derecho a opinar sobre mi propia vida. Bueno, de hecho, eso es una verdad: la gente está tan acostumbrada a que los demás siempre seguirán a la masa, que cuando sale alguien como yo, que va en contra de la corriente defendiendo sus ideales, pues como que se les descoloca el mundo y comienzan con la presión social, y el bulling, y la sacada de sentimientos cochinos, y todo eso, con tal de hacer sentir tan mal al discrepante, que al final éste decide mejor no reclamar y hacer lo que dice la mayoría (lo que ya conocemos como democracia, jeje).
Así que aquí estoy de nuevo, lidiando con estas tiranías sociales. Tendré paciencia como siempre, y de a poco espero poder hacerme respetar y entender, que nadie se mete conmigo Grrr >w<
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